martes, 17 de mayo de 2011

APORTACIÓN DE MECHE OCEGUERA AL CAPÍTULO 19

Nueva formulación del antiguo símbolo


Capitulo 19

Este último capítulo del libro de Lenaers lo visualizo como la síntesis de todo lo expues-to, analizado y reflexionado en los capítulos anteriores. Es la respuesta a la pregunta ¿a dónde me lleva el nuevo paradigma en mi vida de fe? Y digo “vida de fe”, porque si toda esta confesión y creencias no me lleva a “vivirla”, no me sirve de nada, en vano sería la recitación de la formula de fe .Es necesario asumir “estas buenas” como algo positivo, y hacerla vida.

Nos hemos pasado la vida escuchando la recitación del credo, y lo volvemos a escu-char, pero…..no lo confesamos, no lo hacemos vida. Y como dice Lenaers, una confe-sión de fe es la aceptación de la comunicación que Dios hace de Sí mismo. Cada uno de los artículos trata de Dios. Así mismo, nos aconseja conectar un “transformador es-piritual a cada uno de los “doce artículos de fe”, y explica de esta manera la formula-ción del antiguo símbolo.

El “creo en Dios”, expresa lo esencial de nuestra postura existencial de fe.

El ”todopoderoso”, no se refiere a un mago capaz de intervenir a voluntad en el orden cósmico, mas bien habla del “Milagro original”, quien puede dominarlo todo y produce desde Sí mismo la totalidad del orden cósmico. Esto nos evoca el concepto de “crea-dor”, pero no como “hacedor a partir de la nada”, sino que la obra creada es una ex-presión material de la persona del artista, en este caso, Dios; sin olvidar que no podemos prolongar nuestra existencia de manera independiente del que la creó, ya que “creador” significa el fundamento último de todas las cosas, en cuanto su ser in-abarcable se hace cada vez mas visible en todas las maravillas del universo en evolución.

El nombre de “Padre” a ese Dios, está refiriéndose a la experiencia profunda de Dios que tuvo Jesús de Nazareth. Este título de “Padre” nos evoca el amor del Padre, y nos da la certeza de ser amados gratuitamente, y a su vez, nos señala el camino de la aceptación de lo que pueda sobrevenirnos sin que nosotros podamos cambiarlo.

“Hijo de Dios”, es un título que le corresponde al Mesías, como Rey de Israel, a todo el pueblo y a Adán (como árbol genealógico de Jesús).”Hijo” significa figura y parábola, así como objeto de especial amor y cuidado.

Lo llamamos “Nuestro Señor” porque confesamos la grandeza trascendente del artesa-no de Nazareth y porque Jesús es la Revelación poderosa que Dios hace de Sí mismo en medio de nosotros y participa por tanto de la gloria de Dios.

Cuando confesamos que “Jesús se encarnó por obra del Espíritu Santo”, debemos de-jar de pensar en términos fisiológicos. El Espíritu de Dios no es substituto de José. Lo que confesamos es la acción creadora de Dios en la persona de Jesús, hijo de José y de María. Esta acción se proyecta simbólicamente y en una mirada retrospectiva hacia los mismos comienzos de su existencia.

En la frase “descendió a los infiernos”, nos lo aclara el saber que “el mundo inferior” de los antiguos no era más que una interpretación mitológica del destino obscuro del ser humano, que muere y es sepultado. Estos infiernos, o mundo inferior, son el Sheol o Hades. Esta figura de la bajada de Jesús a los infiernos, nos habla de la fuerza de vida del “resucitado” que ha abierto el futuro y ha iniciado un nuevo comienzo.

La frase “resucitó de entre los muertos” es una imagen del hacerse (Jesús) uno con Dios, el cual es Vida y Creatividad sin medida.

“Subir al cielo” significa “desaparecer en Dios”, la “unificación total con el Milagro Divino Original.

“Desde allí ha de venir a juzgar los vivos y los muertos”. En un ordenamiento jurídico primitivo, en el que se necesita restablecer el derecho que ha sido pisoteado, y rectificar lo que alguien ha torcido, se habla de castigar al culpable. Pero “el ordenamiento divino del amor” consiste más bien en la sanación o curación del sufrimiento, la expulsión de lo malo desde el corazón mismo del ser humano, mediante la fuerza del amor y la consu-mación definitiva de la humanidad que de ello, se deriva. Dicha consumación abarca a la humanidad entera, la de antes y la que viene.

“Creo en el Espíritu Santo”. Desde la Iglesia primitiva, hablar del Espíritu de Dios era hablar del mismo Yahvé en su aparición creadora, salvadora y santificadora.

“Creo en una Iglesia santa, católica…….Es decir, creer en una Iglesia universal (no lo-cal), con el carácter de santa, que siempre apunta a una participación en el ser trascen-dente de Dios. Creer en una Iglesia de seres humanos que reconozcan la presencia de Jesucristo viviente en esta figura falible.

“Comunión de los Santos”.Por un lado nos habla de la actitud del hombre de dejar en-trar la santidad de Dios en su ser, y por otro lado “comunión” significa la participación común en las cosas santas.

“El perdón de los pecados”, no tiene nada que ver con el sacramento de la confesión. “Perdón” significa esencialmente una sanidad interior del ser humano que se realiza a través del amor, que va haciendo retroceder el egoísmo paso a paso.”Perdón” es así la “buena noticia” de que el Milagro Divino” se esfuerza en transformarnos en el ser autén-tico y liberado que quisiéramos ser.

Finalmente, en el último artículo confesamos:”creo en la resurrección de los muertos” y “en la vida eterna”…..Si con la frase “resurrección de los muertos”, es impensable que las moléculas de nuestro organismo, una vez descompuestas y desorganizadas, pue-dan volver a reconstruirse completamente después, ¿qué mensaje de buena nueva habrá en este artículo?.........Que el ser humano está llamado a crecer a través de la muerte mediante la fuerza del soplo de Dios que es amor.

Las palabras “eterna y vida”, que son lenguaje figurado de la experiencia de este mun-do, nos apuntan a un tiempo sin límites, a una superación absoluta de este nivel bio-químico.

Sin embargo, no podemos ni imaginarlo, sólo sabemos que se trata de algo bueno, co-mo plenitud, sin amenazas, pleno y que ha de ser amor y semejante a Dios.



“Mi confesión de fe, si no es testimonio de vida, es en vano”.

Deseo que mi fe cristiana sea una actitud de completa y absoluta entrega y confianza a Dios. Estoy dispuesta, como cristiana, a dar razón de la espe-ranza que me llena, y mostrar la riqueza de sentido de lo que confieso.



Por eso, mi nueva confesión de fe-vida es:

Creo en un Dios, fundamento último de todas las cosas, milagro original. Dios Padre que me ama gratuitamente y sin restricción alguna. Que a través de mí quiere manifestarse, como lo hace con todas las maravillas del uni-verso en evolución.

Creo y vivo esa experiencia profunda de amor dentro de mí y a través de mí hacia todo lo creado, y de todo lo creado hacia mí.

Creo y vivo en total confianza en brazos de mi Padre, sabiendo que todo or-den establecido por El está bien y que lo acepto tal cual es la realidad sin pretender que cambie y sea diferente.

Creo en Jesús, el artesano de Nazareth, quien es la revelación plena que Dios hace de Sí mismo en medio de nosotros.

Creo en la acción creadora de Dios por obra de su Espíritu en la persona de Jesús, a través de sus padres humanos José y María, desde los mismos comienzos de su existencia.

Creo en ese Jesús que se hizo completamente “uno con Dios”, “Desapare-ció” en Dios y se realizó en El “la unificación total con el milagro divino origi-nal”.Creo en Jesús,”el viviente”, y lo experimento vivo en mí y en el otro.

Creo y vivo a ese Jesús que me invita a morir a mí misma, desasirme, y ser una con el Padre.

Creo y vivo a Jesús, como una fuerza sanadora, desde el corazón mismo del hombre, a través del amor y hacia la plenitud.

Creo y vivo esa acción creadora, transformadora y vivificante del Espíritu de Dios en mi vida.

Creo y vivo en conciencia unitaria con todo lo creado, viviendo en comunión nuestra santidad por la participación en el Ser trascendente de Dios, y com-partiendo las “cosas santas “dentro de una Iglesia universal, en donde reco-nocemos la presencia viviente de Jesús, a pesar de la falibilidad de los se-res humanos que la conforman.

Creo y vivo la sanación interior del ser humano que se realiza dejando el egoísmo poco a poco, a través del amor, transformándonos el “milagro di-vino” en un hombre nuevo.

Creo que el ser humano está llamado a crecer a través de la muerte me-diante la fuerza del soplo de Dios, y vivo con gran esperanza de que se trata de algo bueno, pleno, sin límites, lleno de amor y semejante a Dios.



Estoy consciente que el caminar en la vivencia de mi Fe es un proceso y como tal, exis-ten altibajos, pero confío que la luz y la fuerza del Espíritu de Dios encarnado en mi, obrará amorosamente en cada instante de mi vida.



Meche López Padilla