lunes, 30 de agosto de 2010

Los cinco llamados rituales de tránsito: Bautismo, confirmación, unción de los enfermos, ordenación sacerdotal y matrimonio.

Participación de Gustavo Gómez respecto al Matrimonio como experiencia personal.

Para iniciar mi participación, señalo que me parece un poco complicado explicar con palabras la experiencia del matrimonio, así que haré todo lo posible por expresarlo de forma tal, que refleje en cierta medida los alcances de mi experiencia en la vida matrimonial.
En mi época de juventud, cuando ya dejé atrás la Universidad y entré de lleno a valerme por mi mismo, uno de los preceptos que tenía fijos en mi mente, entre otras cosas, era encontrar “una buena mujer” con quién casarme y tener hijos. Las exigencias propias de mi juventud, eran en aquel entonces encontrar una mujer de preferencia de mi tierra (Nayarit), joven, guapa, profesionista, trabajadora, que le gustara el hogar, no le temiera a la cocina, que quisiera una familia numerosa, etc.
Poco tiempo después de estar trabajando en Morelos, conocí a Lupita y después de cierto tiempo, nos hicimos novios. Al poco tiempo por motivos de trabajo, me enviaron a Puebla, y mi noviazgo continuó a través de cartas y visitas quincenales de fin de semana.
En ese periodo, lo recuerdo bien, emergió con toda su fuerza el impulso de amar, de querer estar junto a Lupita, así que todas aquellas expectativas, sobre todo la de casarme con una paisana, se fueron por tierra.
Encontré, sí, a una persona con todos los atributos que yo había establecido con anterioridad excepto la oriundez. Pero además obtuve en forma adicional algunas otras cosillas que venían con Lupita, y que son mucha comprensión y apoyo, empatía, valores tradicionales, mente abierta, ímpetu, ganas de salir adelante, empuje, amor a manos llenas, lo cual contribuyó en buena manera a que nuestro matrimonio siga viento en popa.
Salí ganón en el cambio, lo reconozco, porque no siempre he dado lo mejor de mí a nuestro matrimonio y sin embargo en este momento me siento muy feliz y en buen momento.
Nuestra vida matrimonial a lo largo de 23 años y contando, ha pasado por momentos de intensa felicidad, mucho amor, así como por conflictos intensos derivados de nuestra propia personalidad, épocas difíciles en lo familiar, en lo económico, en lo profesional, en lo social, etc. Sin embargo tengo bien presente, que cada vez que nos enfrentamos a esos retos, siempre los enfrentamos con mucho cariño y amor, inclusive cuando éramos el uno contra el otro, nunca llegamos a faltarnos al grado de pensar en la separación, al contrario los enfrentamientos siempre servían para que nos uniéramos más y nunca pasó por nuestras cabezas la intención de separarnos.
Visto desde el espejo de mis 48 años y con un proceso de desarrollo vigente y en movimiento, puedo decir que encontré a alguien que verdaderamente tiene personalidad propia, respeta la mía, me ama con intensidad y ama nuestra vida en pareja.
Mi vida ha requerido de una persona así para que me ayudara en mis crisis existenciales, en mi vida diaria, que me oriente o me sacuda para que camine por el sendero que previamente escogimos.
Con toda honestidad, no me concibo como una persona madura y plena, sin haber tenido la experiencia de vida matrimonial que me ha marcado, y que me ha llevado a ser una persona feliz que es responsable de sus actos, a ser ejemplo para sus hijos y apoyo para sus seres queridos.
La sensación diaria al levantarte y ver a un lado a tu esposa, o inclusive a no verla, porque ya está inmersa en sus actividades de madre, esposa, amiga, maestra, etc.; es una sensación única, que no se repite en ningún otro aspecto de la vida.
Otra cara del matrimonio, en mi caso, es la sensación diaria al llegar a casa, de sentirte por un lado seguro, confortable, cómodo y en paz, dentro de la fortaleza llamada hogar. Pero también yo tengo la sensación de estar desnudo ante la mirada escrutadora de Lupita, a la que difícilmente le puedo mentir, ya que si el día fue difícil y yo le digo que todo está bien, no hay lugar en mi casa en donde pueda esconderme, hasta que no le hago saber con claridad cuáles fueron los sucesos que me tienen en tal o cual estado de ánimo. (Y viceversa)
Esta sensación de desnudez interior, en un ambiente no propicio o hasta hostil, pudiera ser en sí mismo, un factor de desunión y de divorcio. Es aquí donde el Desarrollo Humano ha jugado un papel grandísimo en nuestras vidas. De no ser por él, nuestro camino no sería el mismo.
Entonces, es aquí donde siento que está la parte más sensible y sustancial de la relación, ya que para empezar, la comunicación fluye (sea verbal, corporal, etc.), la decisión repetida de todos los días de amar, de darte, de entregarte y saber con precisión que tu pareja camina de la mano contigo, el hacer planes a futuro en lo individual y en pareja y sobre todo, el sentirte amado; hacen en su conjunto que la invasión a tu privacidad más íntima, se convierta en un suceso de apertura plena y que te abras del YO al TU de forma sana, con convicción, con alegría, vaya pues, que vivas tu vida de pareja en plenitud y sin reservas. Es aquí en donde he encontrado algo más que una esposa, una amante o la madre de mis hijos, encontré a mi mejor amiga, a mi confidente, a mi más severo crítico, mi compañera de viaje y en ocasiones hasta a una madre cariñosa.
Cuando vas logrando que esta apertura se vaya dando paso a paso de forma consciente, la percepción de los miembros de la pareja es de crecimiento, es de búsqueda, de cambio, de una necesidad de un encuentro pleno, que vaya más allá de una simple relación ordinaria entre un hombre y una mujer. Es aquí en este punto en donde dejo de escribir, puesto que es el punto en donde me encuentro actualmente con mi pareja.