martes, 26 de enero de 2010

APORTACIÒN DE ANA LAURA JIMÉNEZ CODINACH

MI APORTACIÒN AL CAPÌTULO 12


Considero que la primera respuesta a los cuestionamientos que surgen al leer el capítulo 12 del libro del Padre Lenaers ya están respondidos en el capítulo 11: “ Creer en Dios es lo mismo que hacerse uno con el misterio original, porque creer es una actitud de alabanza y amor, un proceso dinámico de entrega, pérdida de sí mismo y unificación. Quien confiesa, junto con la tradición judeo cristiana, que la mejor manera de apuntar a la esencia del misterio original es el concepto de amor, debería confesar también que mientras más crece el amor, mayor es la unión con Dios, y mayor la participación en su eternidad, a pesar de la muerte biológica. Aquí se acaba nuestra capacidad para describir más exactamente lo que sucede. Todo lo que digamos sobre ese misterio original es deformación. Sólo hay una expresión que no deforma nada, y ella es que debemos y podemos entregarnos al misterio original, pase lo que pase con nosotros, aunque sea muy cruel. Pues confiarnos en el amor y dejar que nuestro ser biológico sea determinado y confiscado por él, es algo bueno, lo único bueno”.

” En mi comentario al capítulo 11 yo afirmaba: “ ..y es que cristianamente sólo puede hablarse de resurrección si al mismo tiempo se habla de Dios. Sólo quien entiende lo que significa la comunión con Dios, puede comprender lo que es la resurrección” , tanto para Jesús como para nosotros. Por consiguiente, quien realmente entiende la palabra “Dios” tiene que comprender que todo el que pertenece a Dios y con él tiene comunión, tiene también parte para siempre en la vida de Dios. Esta vida es eterna. La resurrección significa realmente la “comunión eterna del hombre total con Dios”, contra la que ni la muerte corporal tiene poder. Toda idea de resurrección que prescinda de Dios carece de sentido.

También Lenaers afirma en su capítulo 12 que la conciencia determinada bioquímicamente termina con la muerte bioquímica. Willigis Jäger, en la actualidad un referente necesario en el tema de la espiritualidad, en su libro “LA OLA ES EL MAR. ESPIRITUALIDAD MÍSTICA, Editorial Desclée de Brouwer, Colección Caminos, viene a insistir en que: “la realidad que tomamos por real no es la realidad real. Esta se revela sólo cuando abandonamos nuestra consciencia egoica cotidiana y entramos en una esfera más alta de la mente. La conciencia transpersonal.”, a la que explica afirmando lo siguiente: “En el nivel mental transpersonal la persona sobrepasa su consciencia del yo, queda inmersa en una realidad que trasciende nuestro yo. En el nivel sutil esto se da en forma de imágenes y símbolos; es el nivel de las visiones y de las profecías. En el nivel causal ocurre la experiencia de unidad con alguien que está frente a mí: un Dios personal independientemente de cómo se llame.”

Por otro lado, la consciencia egoica la explica así: :“Durante años vamos construyendo una identidad que llamamos yo. Nos identificamos con una serie de patrones. Defendemos nuestro yo con ira y con miedo. Pero en el fondo el yo carece de sustancia. Consiste en un cúmulo de cosas aprendidas y no es más que un centro de funcionamiento utilizado como instrumento por nuestra naturaleza esencial. Se disolverá con nuestra muerte; lo que quedará entonces será nuestra verdadera identidad divina.”

Para Willigis Jäger el intelecto es una manifestación concreta del espíritu y el cerebro no es otra cosa que la densificación material de energía espiritual. La realidad espiritual se experimenta a sí misma en la experiencia mística. En ella el espíritu se encuentra a sí mismo, mientras que en el nivel racional, con su dualismo de sujeto-objeto, sigue estando separado de sí.”Jagër no pretende polemizar con nadie y para ello se apoya en: “Carl Jung quien afirma que: “La experiencia religiosa es absoluta. Se escapa a cualquier discusión. Lo único que se podrá decir es que nunca se ha tenido esa experiencia y la otra persona dirá: “lo siento, pero yo sí la he tenido”. Y con ello la discusión ha terminado. Carece de importancia lo que el mundo opine sobre la experiencia religiosa, quien la tiene posee el gran tesoro de algo que se ha convertido para él en fuente de vida, sentido y belleza, proporcionando un brillo nuevo al mundo y la humanidad”.

Para Jäger la mística es el modo de abrir nuestra capacidad mental y así dice: “La liberación de la capacidad oculta de la consciencia reside en el espacio transpersonal de ésta; es la mística. La mística no está más allá de Dios y del mundo. La mística es Dios y mundo, una unidad indivisible. Este ser no se puede expresar con palabras, imágenes o símbolos porque toda imagen, símbolo o lenguaje sobre el ser están sujetos a cambios constantes, mientras que lo divino permanece inmutable. Dios sucede en el aquí y el ahora. Únicamente es este preciso instante es posible la comunión y la comunicación con Él. La verdadera importancia de Jesús radica, no en su muerte expiatoria en la cruz por una humanidad pecadora, sino en habernos señalado un camino hacia la experiencia de unidad con el principio divino originario, una experiencia que el mismo tuvo “Abba” “el Padre y yo somos uno” “quien me ve a mí ve al Padre”. Todos tenemos acceso a la experiencia de Dios:

Todas las religiones son caminos que llevan a la experiencia de lo divino, nos dice Jagër, pero ninguna de ellas puede afirmar que posee el acceso único. El cosmos es la epifanía de Dios.”

Desde la teología actual y más específicamente, desde la exégesis, podemos ver que en tiempo de Jesús no formaba parte esencial de la fe judía. Y Jesús no hizo de ella una cuestión temática de su predicación… La fe en la resurrección parece ser obra de la comunidad post pascual, no un mensaje de Jesús. Si para El hubiese sido un punto esencial (y entre creer o no creer en la vida post mortal es una diferencia existencialmente sustancial, que corresponde no sólo a dos religiones a dos antropologías diferentes) hubiera tenido que insistir en ello explícita y fuertemente, y hubiera debido tener “controversias” con las saduceos al respecto. Sin embargo, todo parece indicar que este tema fue irrelevante para Jesús, y que no figura en su predicación.

Después de Jesús, el cristianismo sí ha afirmado con contundencia la resurrección, la vida post mortal, el cielo/infierno, de forma que su afirmación ha formado parte esencial de la configuración misma de la esencia del cristianismo: Por supuesto que esta estructura del pensamiento cristiano no sólo es específicamente cristiana sino también cultural. Era todo el mundo el que creía en la vida eterna, o mejor, todo el mundo el que “no creía” sino que “creía ver con evidencia” la vida eterna, la permanencia más allá de la muerte, la vida de los muertos, el cielo y el infierno. El cielo, con descripción de su realidad, y sobre todo el infierno, con descripción de la suya: como el infierno del Dante, como uno de los elementos más constantes en el imaginario religioso popular. El catecismo por su parte lo describía, con más sobriedad, como consistente en una pena de daño y otra de sentido…

La creencia en el cielo y en el infierno, en el juicio final, etc., nos lleva a otro tema que ya no aceptamos tan fácilmente, y es que toda esta creencia estaba dependiente de la creencia de la “salvación”…Hoy nos preguntamos: ¿Salvación de qué? Y ¿por qué? ¿Por qué sin posibilidad de salvación? La diferencia en el entendimiento de este tema es sustancial porque de hecho, produce dos cristianismos diferentes.

lunes, 25 de enero de 2010

APORTACIÓN DE AMALÍN SALINAS

12
Pan integral en vez de chocolatinas
¿Hay una vida después de la muerte?

Inicia este capítulo con toda una descripción de lo que para la tradición es el cielo y el infierno, el premio y el castigo, la vida eterna de felicidad o de tormento. Cuanta telaraña de premio y castigo hemos creado los seres humanos para poder controlar, ¿controlar qué? en un momento quizá la barbarie. La motivación para crear todo esta telaraña tuvo que haber sido el deseo de control y poder o el miedo a las fuerzas humanas incontrolables o el miedo a la libertad o lo que haya sido. Lo que no puedo ver como motivación es el amor. Pero también como dice Leaners el éxito de estas figuras se debe en primer lugar a “una necesidad humana profunda: nuestra hambre de justicia. Sin recompensa y castigo en otro mundo, tanto mal resultaría impune, y tanto bien quedaría sin premio, lo cual es un pensamiento insoportable y, además, irreconciliable con la justicia de un Dios bueno. En este tema, cada uno tiende a reservar la justicia castigadora para los demás y la que otorga el premio para nosotros”. Y de verdad que sí, uno siente la injusticia y quisiera que quien la comete sea castigado, y muy probablemente yo no me doy cuenta de la injusticia que yo cometo. La reflexión aquí es muy importante para mí dado que refleja la profunda necesidad que tenemos de justicia.

Echar un vistazo al proceso evolutivo del ser humano en cuanto al desarrollo de la conciencia me parece fundamental, cómo ya desde Descartes (1596) (y antes) comienza un rompimiento de un pensamiento mítico, a él debemos la idea de “pienso luego existo” también es el creador de la noción de sujeto y la duda metódica para separar la fe de la razón. En el siglo XVIII nos encontramos ya en la Ilustración, es el llamado siglo de la luces, de la razón. Y dando saltos enormes pero solo con la intención de vislumbrar este proceso de cambio en la manera de ver el mundo, llegamos con Nietzsche (1844) y su idea de “Dios ha muerto”. ¿Cómo seguir entonces creyendo cosas que a todas luces se oponen a la razón?, ¿porqué la Iglesia jerarquía no fluye con las ciencias?. Dice Leaners que la cultura occidental moderna es la única que ha roto el cascarón de una visión precientífica y por tanto mitológica del mundo. Se ha vuelto consciente de la autonomía del cosmos y del ser humano, y ha sacado las consecuencias de ello. Se ha despedido de un mundo exterior al cosmos y de un Dios que viviera en él. Así esta cultura es la única que abandonó toda fe en una sobrevivencia en un mundo distinto. Para ella, no existe ese otro mundo. Hemos caminado como humanidad, también estamos dejando el modelo cartesiano, un modelo de dualidad del conocimiento, hemos tomado conciencia de nuestra existencia y por lo tanto de nuestra responsabilidad y es por ello que en muchos de nosotros empieza a chocar un pensamiento heterónomo.

Leaners busca pasar a una nueva forma de pensar que a mi me hace mucho sentido, construir aquí una existencia plena de sentido y significado, aún sin vida eterna.

Parte central de este capítulo me parece el interpretar los mitos antiguos de nuevo y captar lo que en el fondo puede ser igual a la experiencia de Dios que tuvieron el pueblo de Israel y Jesús mismo, esto es, la certidumbre o confianza de que Dios es fiel con el ser humano y esta confianza supone que se tiene alguna idea de un misterio detrás de todas las cosas y en todas ellas. Creo tener esa confianza solo que ahora el concepto “Dios” me estorba por toda la carga de significados que se le han atribuido, prefiero en este momento hablar de la certeza del Misterio. Por otra parte, Leaners cita a Lévinas y la formulación moderna de esta certidumbre llena de confianza que enseña que el amor de Dios “no pasa inadvertido junto a nosotros, sino que toma en nosotros forma y figura específica. Nuestro amor es al mismo tiempo impronta de su ser en la profundidad del nuestro. Y esta impronta participa en su eternidad Nada de lo que nos acontece y es por lo mismo temporal y condicional, es capaz de separarnos de Él, esto es, de amortiguar o ahogar el crecimiento del amor en nosotros. Ni siquiera la muerte.” Creo profundamente lo que dice Lévinas, el amor como lo fundamental, la experiencia que nos une a todos y a todo desde lo mas profundo. Ni siquiera la muerte cambia nada en la realidad de nuestra pequeña o grande unidad con el misterio divino. Creo que esta manera de ver y experimentar las cosas, cuando menos a mi me pone mas atenta a la vida misma que a la propia muerte. Por otro lado se acaba ese dualismo de cuerpo-espíritu y Leaners lo pone ahora como que somos “una chispa de cómo Dios se expresa a sí mismo”, bueno que expresión maravillosa quisiera captarla en toda su profundidad ……

lunes, 11 de enero de 2010

APORTACIÓN DE RITA TOVAR

CAPITULO 12
PAN INTEGRAL EN VEZ DE CHOCOLATINAS
¿Hay una vida después de la muerte?

En este capítulo el autor sigue desenmascarando los dogmas religiosos con los que la jerarquía ha controlado no solo la vida terrenal del ser humano, sino que se atrevió a ir más lejos, ya que se metió en las cuestiones del alma. (control total).

Como bien se desprende del análisis que sobre el tema hizo el padre Lenaers; si no llevábamos a cabo las “instrucciones” ó “mandatos” que nos imponía la “iglesia”; entonces, en forma automática ya estábamos sentenciados al castigo celestial; al fuego eterno, con el propósito de irnos purificando, pues la Sagrada Escritura y la tradición como dice el propio autor, repiten en todos los tonos que hay realmente otra vida después de ésta, y que la otra es eterna, con juicio y con premio o castigo. ¿Se imaginan el gravísimo daño que tal afirmación ha hecho esto en el ser humano? A mi parecer se le corta toda posibilidad de vivir plenamente en esta tierra, sin una oportunidad para enmendar sus errores, aquí, y sentirse un ser humano igual en su condición con los otros.

Yo pienso que todo este enredo de no querer aceptar la muerte como parte del ciclo da la vida, tiene su fundamento en el gran ego del ser humano, pues como lo ha examinado el Dr. Enrique Martínez Lozano, y otros más, el ego siempre necesita estar alimentado, porque como vacío que es, requiere de apropiarse de algo, con lo cual se identifique, y que mejor manera que creerse inmortal, desde su propia base, por ello la afirmación del autor: “tenemos que deshacernos de la opinión de que sobrevivir a la muerte es de suma importancia y urgencia para nuestro ego.” Debemos caminar en la vida alegres en la presencia de Dios, sin condiciones, o sea, sin considerar que nos va a pasar cuando nos llegue la hora, tengo que aprender a confiar plenamente en el Amor que Dios me tiene, y no vivir con la angustia de querer saber que hay después de esta vida.

Pretender saber el futuro, es no vivir el presente, y los días que transcurren solo serán días inútiles, porque en lo que a mí respecta, no estaré viviendo aquí, ni allá, y entonces, mi tiempo no lo aprovecharé, y solo demostraría que no he entendido el mensaje de Amor que Jesús nos vino a enseñar… sí, el camino hacia el padre, el regreso a nuestra casa.

Tenemos que estar dispuestos a caminar aquí, trabajando primero con nosotros mismos, dándole sentido a nuestra vida, ser fraternos con los demás, y dejar de estar pensando en el futuro, dejar a un lado la mente, para que salga nuestro yo verdadero, y vivir en armonía con la naturaleza de la cual dependemos no solo para vivir físicamente, sino, también la necesitamos para que nos enseñe los ciclos de la vida/muerte/vida, aunque para ello tengamos que sumergirnos en el mundo subterráneo, finalmente siempre contamos con la luz que nos da el Amor incondicional de Dios, así seguramente, la muerte física dejara de preocuparnos tanto.