domingo, 13 de diciembre de 2009

PARA REFLEXIONAR EN NAVIDAD

El viernes 11 de diciembre la Comunidad Juan XXIII tuvo su convivencia navideña, el equipo organizador fueron los alumnos de los grupos del 2º. Semestre del Curso “Otro Cristianismo es posible”, quienes prepararon con mucho entusiasmo y una seria reflexión, el mensaje que se iba a dar al auditorio.

El siguiente texto se repartió a todos los asistentes y a la vez se acompañó con u precioso powerpoint elaborado por Lourdes Adán y Tere Gallegos. Se los envío a todos para que vean qué profundo y qué liberador es ver la Navidad desde una nueva perspectiva.

Cómo entender y vivir hoy la Navidad

Sabemos que los Evangelios nacen de la experiencia de fe, de algunas personas que conocieron a Jesús de Nazaret, y a quienes Jesús impactó con su vida; tanto así, que se preguntaban continuamente ¿Quién es este hombre?

Así, los Evangelios no son crónicas de hechos históricos, sino vivencias de fe narradas a través de símbolos y metáforas, que nos quieren transmitir la experiencia profunda que vivieron algunos hombres y mujeres en contacto con Jesús. Hoy, algunos estudiosos de las Escrituras nos ayudan a leer los simbolismos que nacieron alrededor de la historia de Jesús con otros ojos, para que también nosotros podamos experimentar y vivir la grandeza del Misterio divino que se manifiesto en la vida de Jesús, Mesías.

Las narraciones que nos hablan del nacimiento de Jesús y encontramos en los Evangelios de Mateo y Lucas, expresan lo que Jesús significó para quienes lo vieron, escucharon y amaron. Desde estos símbolos y mitos, podemos comprender mejor hoy la persona de Jesús. Lo que revelan esas narraciones, y son verdaderas revelaciones, es a Dios inefable visto y sentido en Jesús, y lo hacen de la única manera con que se puede hablar de lo que está más allá de las palabras: con narraciones cargadas de símbolos.

Jesús fue un hombre que reveló y manifestó en su persona al Absoluto Innombrable. Jesús fue un hombre invadido, empapado de Dios. Su naturaleza humana hace presente al Absoluto Inconcebible y, al hacerlo, el Inconcebible lo hace Inconcebible a Él.

Silenciemos entonces todo connato de interpretación, teniendo en cuenta que la comprensión a la que nuestro esfuerzo por buscar la Verdad nos lleve, será con seguridad: luz, calor, gozo, pero nada formulable.

¿Por qué el nacimiento de Jesús en una noche llena de estrellas en el solsticio de invierno? ¿Acaso sabemos cuándo nació exactamente? El solsticio de invierno es la noche más larga del año; a partir de ella, la luz del sol va creciendo cada aurora más y más. Un hermoso símbolo de la incidencia de Jesús en la oscuridad de la historia humana.

Jesús nace bajo un cielo nocturno y estrellado. Símbolo que explicita la inmensidad inabarcable de la realidad, su inagotable riqueza misteriosa y nos dice, con toda evidencia, la proximidad de toda esa grandeza. Todo ese cielo lleno de estrellas está preñado de sacralidad, está lleno de Dios. Es un mensaje de cercanía y amabilidad, tan asequible y próximo como un bebé. Esa fue la enseñanza de Jesús y eso simboliza su nacimiento.

En el seno de María confluyen todos estos símbolos: ocuridad, cueva, tierra, vida, significando que toda la realidad está preñada de Dios y está engendrada por el Misterio. Todo es sagrado. La virginidad de María significa que nada mancilla ni al cosmos, ni a la tierra, ni a la vida, ni a nuestra especie, porque nada puede ocultar el rostro de Dios en todo ello; porque todo procede de un parto sagrado. Y lo que ese parto revela es una realidad amable y dulce como un bebé en los brazos de su madre.

Ese mito nos habla también de las condiciones que se requieren para poder contemplar ese Gran Acontecimiento. Quien quiera ser testigo de ese Nacimiento, ha de hacerse pobre y sencillo como los pastores, primeros testigos del portento, o buscar la Verdad con tal pasión, como los sabios de Oriente, que abandonaron su casa y su país para ir en su búsqueda.

¿Y la Encarnación divina, qué quiere decirnos? Sin duda, es una confesión de fe en el Amor inconmensurable, inefable e incondicional de Dios y del papel decisivo que tiene Jesús en nuestro encuentro con ese Amor. Podemos decir que es Dios mismo el que quiere tomar forma en el ser humano y expresarse en él; su ser misterioso toma forma progresivamente desde dentro de todo ser humano y dentro del cosmos entero: en el árbol, Dios se revela como árbol, en el animal como animal, en el hombre como hombre y jamás se agota en ellos, ya que también es siempre más y mayor que todo ello. No hay nada, ni nadie, que no sea hijo de Dios. Lo que hace único a Jesús es su experiencia profundísima de unidad con Dios, al que llamó siempre “Abbá”.

¿Qué queda entonces de la Navidad? ¿Podríamos preguntar? Queda lo esencial, esto es, el nacimiento de Jesús de Nazaret como inicio de la fase decisiva en el camino de la humanidad hacia su plenitud; como paso decisivo en la encarnación de Dios . Esta es la tremenda Buena Noticia: nuestro Dios, el Dios de Jesús, el Dios que experimentó Jesús y que nos reveló con su vida es, Dios-con-nosotros y Jesús es para nosotros el Camino, la Verdad y la Vida, si queremos experimentar también a Dios como Él lo experimentó, y para experimentar de forma íntima esa presencia oculta que nace en todo y en nosotros mismos cuando, gracias a la vida y enseñanzas de Jesús, auscultamos todo con veneración y silencio.

¡Feliz Navidad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario