lunes, 16 de noviembre de 2009

ENCARNACIÓN
(Un nuevo sentido)

Roger Lenaers, S.J.

Si hay algo que con todo derecho puede llamarse buena nueva, es que el misterio original y fundamento de todas las cosas se manifiesta en Jesús como Dios-con-nosotros. Y no como Dios-con- Israel como lo había hecho antes. Y que también este misterio empuja hacia el bien y la salvación a toda la humanidad y su evolución, y no sólo a un pueblo determinado. Que ese misterio se da a conocer en Jesús como un amor, y que éste no es un sentimiento cualquiera, sino una acción creadora. Que quien decide seguir a Jesús, encuentra con seguridad su salvación.

Éste es el mensaje, tal como estaba desde el comienzo. Para los cristianos, se trata fundamentalmente de una confesión de fe en el amor de Dios, sin condiciones, y del papel decisivo que tiene Jesús en nuestro encuentro con ese amor.

Si queremos seguir hablando de la encarnación de Dios, podemos hacerlo, pero de una manera diferente a la de antes. En los procesos de desarrollo del cosmos se está configurando progresivamente un milagro originario, inimaginable y creador, desde la explosión originaria hasta el ser humano actual. Continuando con esta forma de ver las cosas, la teología actual postula que nuestro encuentro con Jesús de Nazaret nos lleva a afirmar, aún más firmemente, que la palabra amor es la mejor manera de nombrar -en nuestro lenguaje humano- la esencia de ese misterio originario. En este enfoque aparece el cosmos todo entero como la gran palabra que expresa este amor.

Podemos decir que es Dios mismo el que quiere tomar forma en el ser humano y expresarse en él. De este modo también llegamos a la encarnación de Dios, sólo que en un sentido distinto del que teníamos antes. Pues allí la encarnación se realizaba por la ejecución de un plan divino en un día determinado de la historia humana y sólo en un miembro de la comunidad. La teología actual, por el contrario, ve que el misterio sagrado originario está todo el tiempo en un proceso de realización corporal en el cosmos y en el ser humano.

No lo hace agregando el fenómeno biológico de la carne a su misterio insondable, como desde fuera, sino de manera tal que su ser misterioso toma forma progresivamente desde adentro en todo ser humano.

Superación y no superación de Navidad

¿Qué queda entonces de la Navidad? Queda lo esencial, esto es, el nacimiento de Jesús de Nazaret como inicio de la fase decisiva en el camino de la humanidad hacia su plenitud, y por lo tanto, como paso decisivo en la encarnación de Dios. Pero no podemos seguir cantando esta buena nueva como lo hizo la Iglesia antes: Dios y hombre, infinitud y humildad, eternidad y tiempo, omnipotencia e impotencia, rey y niño, palacio y pesebre, tinieblas y luz, y otros muchos. No podemos hacer lo mismo que la Edad Media y su herencia espiritual hicieron con los cantos de Navidad. Éstos eran a menudo perlas musicales, pero, con la misma frecuencia, también eran verdaderos abortos teológicos. La mayoría de las veces se quedan en la compasión y la
ternura junto a un bebé en su pesebre frío de invierno, mientras que la verdadera razón para festejar la Navidad es el nacimiento de ese
hombre admirable que debe llevar a su plenitud el plan divino de
la encarnación del cosmos.

San Francisco de Asís tuvo una ocurrencia exitosa con su primer pesebre en el pueblito de Greccio, pues su ejemplo ha inspirado a millones de imitadores. Pero, cuando se trata de honrar la memoria de un hombre famoso –un presidente, el fundador o libertador de un país, el fundador de un instituto- ¿se ponen fotos suyas como bebé en afiches y escaparates en su día de aniversario?

Por otra parte, ni siquiera sabemos en qué día ni en que año nació Jesús. El origen del 25 de diciembre es la «fiesta del Sol Invicto», que comenzó a celebrarse en la Roma todavía pagana sólo desde el año 275. Y su éxito se debe a la fiesta germánica e igualmente pagana del cambio del sol de invierno. Por lo demás, es muy probable que Jesús no nació en un establo en Belén, sino en la casa de sus padres en Nazaret. Belén no es más que el código que
indica que se cree en su dignidad mesiánica.

Todo esto no hace más que aumentar el escepticismo frente al falso culto de Navidad y a su romanticismo invernal. Por lo demás, en las últimas décadas, debido a la irritante explosión comercial, la fiesta se ha vuelto una vergüenza
y un desprestigio del acontecimiento que se recuerda.

- - - - - - -

UNA VERSIÓN NUEVA DEL PENSAMIENTO CRISTIANO DE LA ENCARNACIÓN: DIOS SE ENCARNA COMO SINFONÍA CÓSMICA.

Willigis Jäger

Willigis Jäger es benedictino, maestro zen y fundador de un centro de espiritualidad en la abadía benedictina de Würzburg, Alemania.

“Para mí no hay nada que no sea hijo de Dios” “Lo especial de Jesús radica en su experiencia de unidad con aquello a lo que llamó Padre”.
Jesús, él mismo es su mensaje.

“Igual que en Jesús, esta vida divina se ha encarnado en cada uno de nosotros. Lo que llamamos persona es una falsa persona”.


No hay dualismo entre la Realidad primera y el mundo, porque el mundo es la epifanía de Dios.

“En la mística no existe nacer ni morir, tan solo existe la continuidad de la Realidad Una”. “Para la mística, resurrección significa precisamente no la permanencia del ego, sino el desprendimiento de éste hacia su fusión con la Realidad primera, con Dios… la resurrección en la unidad transpersonal con Dios

El mundo no es otra cosa que la manifestación de Dios

“Mística y unión con la naturaleza son dos caras de la misma moneda”. “La conciencia cósmica es el nivel de la mística”

El ego solamente es “un centro de organización para la estructura personal de cada individuo por eso se da el “miedo del yo a perder el control en el espacio interpersonal”.

El amor, la apertura, es el principio de la evolución y autotrascendencia

La evolución aún no ha llegado a su punto final. El ser humano se encuentra en el umbral del siguiente nivel de consciencia. Se está desarrollando una “Psicología transpersonal” (espacio prepersonal, personal, transpersonal).
“Igual que el arco iris abre, como un abanico, el espectro de la única luz, la conciencia divina se despliega en la pluralidad de las diferentes formas de consciencia”. “En el fondo no se trata de otra cosa sino de nuestra plenitud como seres humanos”.

Dios se encarna en el cosmos. Este y sus encarnaciones están inseparablemente unidos. El no está en su encarnación , sino que se manifiesta COMO ENCARNACIÓN. En el árbol se rebela como árbol, en el animal como animal, en el ser humano como ser humano y en el ángel como ángel. Estos no son pues, seres a cuyo lado existe un Dios que se introduce, por así decir, en ellos sino que es cada uno de estos seres, y al mismo tiempo, no lo es, puesto que jamás se agota en uno de ellos, ya que siempre es también todos los demás.

Precisamente en esto radica la experiencia de la persona mística: cae en la cuenta de que el cosmos es la manifestación llena de sentido de Dios. En cambio, algunas personas se comportan frente al cosmos como analfabetos frente a un poema: contemplan los diferentes signos y palabras que lo componen, pero son incapaces de entender el sentido que da forma al poema.

¿Podríamos decir entonces que si el cosmos es la manifestación de Dios, habrá que pensar que la Biblia quedará obsoleta como testimonio singular de esta manifestación?

En realidad no tiene importancia el contenido de las escrituras sagradas, ya se trate de la Biblia, del Corán o de las Upanishad, sino su carácter salvífico, y éste va mucho más allá de la dimensión meramente histórica. Si predomina el interés por la interpretación histórica se pierde carácter salvífico.

El Nuevo Testamento no consiste solamente en los Evangelios, pues en él han participado muchos autores y cada uno de ellos ha introducido en las escrituras sus propios conocimientos y declaraciones de salvación. Estas declaraciones son lo decisivo, independientemente de que provengan de Pablo o del autor del Evangelio de Juan. La revelación se basa en la experiencia mística de Dios, y solamente después, es vertida en palabras.

Las escrituras sagradas son interpretaciones de la experiencia de unidad mística. El Evangelio de Juan y el Evangelio apócrifo de Tomás son tan importantes como el Evangelio de Lucas. De ellos se desprende la diversidad de la fe cristiana antes de que fuera encorsetada en un sistema.

La fiesta de la Inmaculada Concepción

Las personas con formación científica reaccionan ante esta celebración, hay quien se ha machado de iglesia debido a este dogma.

Cualquiera que sea el significado de esta fiesta para los demás, creo que la Inmaculada Concepción es la celebración de nuestro propio ser divino. No se trata aquí de María, todos hemos sido concebidos inmaculados.

En esta fiesta lo que realmente celebramos es nuestra propia concepción inmaculada de Dios. Dice Eckhart Tolle:

“Todos procedemos de Dios… El Padre me engendra a mí como su hijo, me engendra a mí como si yo fuera El, y a sí como si fuera yo, y a mí mismo como su ser y su naturaleza. Por eso el Padre celestial es de veras mi Padre, porque soy su hijo y tengo de El todo cuanto poseo, y soy el mismo hijo y no otro.”

La inmaculada concepción significa que nuestra naturaleza más honda es divina. El principio divino primario se ha creado la forma humana como Jesús, como María y también como mi forma. Se ha delimitado en esta forma y en todas y cada una de las formas, ya sea física, psíquica o mental. Este puro rpincipio primario divino, al que llamamos Dios, VIVE COMO TODAS ESTAS FORMAS. No puede mancharse, y rsplandece incluso en el sufrimiento y en los fallos. Caer en la cuenta de esta naturaleza verdadera significa serenidad, alegría, dicha.

Allí puedo estar seguro de que nada me puede ocurrir en esta vida. Allí no alcanza ni la crítica, ni la alabanza, ni la vergüenza, ni la desgracia. Todo egocentrismo mezquino ha desaparecido y un amor grandísimo me invade. Suena a sentimentalismo, pero se trata de la verdadera vida.

No es una coincidencia que justamente el mismo día que se celebra en la Iglesia católica la Inmaculada Concepción, los budistas celebren la iluminación de Shakyamuni Buda. También de él se cuenta que fue concebido de manera virginal por su madre y que también le alumbró virginalmente. La experiencia que hizo en aquel día cuando el lucero brillaba en el firmamento fue exactamente la misma: “Todo desde el principio es encarnación de la naturaleza esencial”. Esto no significa otra cosa que “todos los seres son manifestación del principio originario que en Occidente denominados DIOS. Podría traducirse así: todos los seres han sido concebidos de forma inmaculada. En nuestro bautizo se nos confirmó este principio divino. Como sonó una voz sobre Jesús, diciendo: “Este es mi hijo amado”, así también esta voz suena sobre todo niño que es bautizado, este es mi hijo amado, esta es mi hija amada. Es la confirmación de ser hijos de Dios , de que nuestro origen es divino, de que somos concebidos inmaculados, de que Dios en verdad es nuestro Padre.

El Bautizo no nos ha traído nada nuevo, únicamente da fe de nuestra esencia divina. En términos cristianos diríamos: somos vida divina que vive esta experiencia humana. Somos vida divina que se ha encarnado, que se ha hecho hombre. En esto consiste el mensaje de la encarnación de Dios en Jesús. Igual que en Jesús, este principio divino se ha hecho ser humano en todos y cada uno de nosotros. Dios se crea a sí mismo en todo momento, se crea en toda criatura. ¡Por qué reducir este mensaje solamente a Jesús y a María?

“Dios no quiere que le adoremos, quiere que le vivamos”

No hay comentarios:

Publicar un comentario