lunes, 16 de noviembre de 2009

MARIAN Y. SANCHEZ DIEZ -

¿Creer que Jesús resucitó?
¿O creer en el que vive?


La Iglesia ha basado nuestra fe en la Resurrección de Jesús, a través de los Evangelios, a través de la desaparición del cuerpo, a través del sepulcro vacío y de las apariciones de Jesús a los Apóstoles. Se nos ha enseñado que si somos cristianos, debemos creer en esta Resurrección de Jesús de entre los muertos, porque de lo contrario, es decir, si no lo creemos, no somos cristianos, no tenemos fe. El Credo nos dice además, que resucitó al tercer día, y que subió al Cielo. Ya hemos hablado del Cielo en capítulos anteriores. Por eso creo que al creyente moderno, al que está buscando la Verdad, le resulta confuso seguir rezando este Credo. Ahora bien, las palabras: resurrección y tercer día creo que son más bien -como mucho de lo que nos dice la Sagrada Escritura- simbolismos.


Lo que yo creo es que Jesús solamente cambió su estado después de haber sido crucificado en la Cruz, creo que el siguiente paso fue mostrarse ante sus seguidores nuevamente, para que conservaran la fe en sus ejemplos y en sus enseñanzas, para que lo que hasta entonces habían dejado, la forma de vida que cada uno de ellos tenía antes de seguirle en su caminar, tuviera sentido: se desprendieron de intereses personales en busca de su propia espiritualidad, y Jesús les mostró de esta forma que todo lo que les había enseñado era cierto. Creo que Jesús tenía, como todo ser humano, límites corporales, pero creo que después de haber pasado por la crucifixión, Jesús llegó a una vida de plenitud, en la que pudo tener contacto con lo más profundo de sí mismo, y con Dios, También creo que los apóstoles vieron lo que ellos quisieron ver, como contraparte a lo que dije anteriormente, creo que su fe les permitió ver nuevamente a su Maestro, de lo contrario, todas las experiencias que habían compartido con él, habrían sido en vano, creo que ellos necesitaban para su “historia” un final diferente, no podía quedarse en la crucifixión, no como una pérdida sino más bien como una ganancia, lo que ahora venía era lo más importante de su convivencia con Jesús, tenía que haber algo más, algo de lo que Jesús les había hablado en sus recorridos y en sus reuniones, Creo que este hecho importante en nuestra fe, marcó el horizonte para aquellos seguidores de Jesús, que a través de sus narraciones, nos habrían de exponer lo que ellos vieron, creyeron, supieron, escucharon, pero con el corazón y con fe, más que con los ojos mismos.

Yo por ejemplo, no necesito ver a Jesús para creer en él. Yo lo llevo dentro de mi corazón y cuando siento amor por mi familia, por mi pareja, por mis amigos, por la humanidad; cuando disfruto un anochecer, atardecer, ver la luna o sentir incluso el intenso calor y la lluvia, es cuando puedo decirme a mí misma: Dios está en mí, Dios está conmigo, Dios Es y gracias a que siento a Jesús dentro de mí puedo sentir y vibrar todo esto, ya que siento una gran alegría.

Por ello creo que no se trata de una resurrección corporal sino virtual (esta es mi forma de darle nombre a lo que no se puede comprobar) y espiritual.

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