jueves, 19 de noviembre de 2009

APORTACIÒN DE ANA LAURA JIMÉNEZ CODINACH

Yo creo que la frase “resucitado al tercer día de entre los muertos” se refiere a una realidad, que en su verdad, únicamente es accesible en una fe que es el estar lleno del Espíritu Santo. En la teología actual se está bastante de acuerdo en que la resurrección de Jesús no puede haber sido una especie de regreso a al vida terrena, puesto que la muerte es también para Jesús el término definitivo de la vida terrena. La resurrección entendida como un volver a la vida terrena es totalmente una falsa e inútil comprensión. La resurrección de Jesús tiene que ser entendida de otro modo. Y es que cristianamente sólo puede hablarse de resurrección si al mismo tiempo se habla de Dios. Sólo quien entiende lo que significa la comunión con Dios, puede comprender lo que es la resurrección. Eso es particulamente claro en el relato evangélico en torno a la pregunta de los saduceos sobre la Resurrección (Mc 12, 18-27, M5 212, 23-33 y Lc 20, 17-40). A los saduceos, quienes no creían en la vida después de la muerte, Jesús no les dice que Dios podría resolver el problema de la mujer que fué teniendo, uno tras otro, siete maridos. Mas bien les recuerda cómo habla la Sagrada Escritura de Dios. Dice: “Dios se apareció a Moisés en la zarza ardiente diciendo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”.

Por consiguiente, quien realmente entiende la palabra “Dios” tiene que comprender que todo el que pertenece a Dios y con él tiene comunión, tiene también parte para siempre en la vida de Dios. Esta vida es eterna. La resurrección significa realmente la “comunión eterna del hombre total con Dios”, contra la que ni la muerte corporal tiene poder. Si alguien comprende la Resurrección de otra manera, tendrá que aceptar que Jesús le diga como a los saduceos: “Están equivocados. ¿No se equivocan acaso porque no comprenden ni las Escrituras ni el poder de Dios?” Toda idea de resurrección que prescinda de Dios carece de sentido. Esto significa que en lugar de decir: “Jeucristo resucitó” se pueden utilizar otras formulaciones que tienen el mismo significado pues todas ellas son sólo explicación de una única realidad fundamental: NUESTRA COMUNIÒN CON DIOS, contra la cual la muerte no puede nada. Si decimos por ejemplo: “Jesucristo es el Hijo de Dios” o “Yo soy hija de Dios”, estoy confesando la resurrección de Jesús y la mìa.

El mensaje de Jesús no es una doctrina, una mera enseñanza, un programa a realizar, es simplemente el anuncio de que todos los hombres tienen parte en la relación de Jesús con Dios y así, están llenos del Espíritu Santo. Esto es lo que queremos decir con: “Creo en Jesucristo”. Si Jesús ya no existe, tampoco se puede tener parte en su relación con el Padre, No se puede tener acceso a Dios por Jesús, sin confesar que él vive.

Por otra parte, la tumba vacía, los ángeles sentados sobre la tumba, las apariciones, son imagen muy acertadas no de una realidad mundana, sino divina. A estas alturas de la historia los creyentes ya deberíamos saber que no tiene ningún sentido “buscar entre los muertos” a Jesús. A Jesús, estando él en medio de nosotros, siendo nosotros parte de su cuerpo, sólo necesitamos experimentar su presencia en esa comunidad de hermanos que tratamos de amarnos como El nos amó pero también en aquellos que aún sin conocerlo, van por la vida buscando la verdad, su propia verdad y la verdad del prójimo, especialmente el más necesitado, pues es ahí donde podemos encontrarlo.

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