martes, 23 de febrero de 2010

APORTACIÓN DE ANA LAURA JIMÉNEZ C.

MI APORTACIÓN AL CAPÌTULO 1

En primer lugar quiero agradecer a ATRIO la oportunidad de participar en este curso, lo que he leído del libro del Padre Lenaers y de las orientaciones del equipo de Atrio al respecto, me parece interesantísimo a la vez que expresado en un lenguaje muy claro. Son muchas las inquietudes que ha despertado en mí el análisis de estos capítulos, pero también me ha llevado a fortalecer convicciones profundas que me han permitido descubrir poco a poco el valor de lo que para mí es el LOGOS o el NUCLEO del mensaje de Jesús, una vez que ha ido desapareciendo el imaginario mítico cristiano en el cual fui educada. Hoy considero que la interpretación de las Escrituras como textos descriptivos y ligados a unas creencias determinadas han sido el principal obstáculo para pasar de una visión heterónoma a una autónoma y finalmente a una teonomía.

Considero que las diferentes religiones se formaron en una etapa de la humanidad en la que regía una visión mítica de la realidad y que sirvieron para programar y controlar los modos de pensar y de actuar de las sociedades, pero hoy sabemos que todos estos contenidos que configuraron las religiones no tienen valor descriptivo sino meramente simbólico mediante el cual comunican una verdad que no es informativa, sino espiritual. Hoy en nuestra sociedad industrial y postindustrial las religiones tienen que abandonar su papel programador, sin embargo las instituciones religiosas siguen cautivas tanto de sus creencias como de sus mitos así como de su función programadora y controladora no sólo de las conductas sino de las conciencias humanas. Continúan sosteniendo que las creencias tienen valor descriptivo, afirman el valor real e histórico de sus descripciones, y, con frecuencia, se sienten molestas o atacadas cuando se pone en duda esa literalidad.

Para los hombres y mujeres de hoy más en contacto con la cultura y las transformaciones propias de la sociedad postindustrial, basada en el conocimiento, en el cambio continuo propiciado por los avances de las ciencias y de la tecnología, la forma en que se presenta la religión resulta inaceptable y no en sí la profunda transformación actual de la sociedad ya que ésta constituye no sólo un fenómeno natural e inevitable sino incluso beneficioso para la humanidad. Sin embargo, el mensaje religioso se sigue presentando en un lenguaje del medievo que parte de una concepción del mundo en esa etapa de la humanidad. Creo que ésta es una de las causas principales de la crisis de la religión. Por esta causa millones de fieles hoy abandonan las religiones. Es frecuente que templos o mezquitas se conviertan en museos o en edificios civiles. Por otra parte, la rigidez de los responsables de las instituciones hace imposible la renovación.

El cambio que estamos viviendo está forzando a la humanidad a abandonar la forma «religiosa» que su espiritualidad había adoptado desde los tiempos del neolítico. En la nueva situación se está creando una nueva forma de espiritualidad, que acepta las tradiciones en su verdadero estatuto simbólico, que no es descriptivo, ni definidor de verdades o doctrinas.

La presentación desactualizada de las religiones hace que la gente las abandone. Aún así hay verdadera búsqueda espiritual y las personas permanecen abiertas a nuevas propuestas que no podrían hacer por sí mismas. Hoy aquellos a quienes nos interesa que las próximas generaciones y aún las actuales “no tiren el agua sucia con todo y el niño”, creo que debemos ayudar a encontrar respuestas, aunque sean parciales, para todas estas personas a la vez que hagan su aportación.

En relación con nuestra fe cristiana concretamente y a la persona de Jesús, creo que todas las afirmaciones referentes a El son una construcción simbólica hija de una inculturación en una civilización agrario/autoritaria, helena y romana. Pero lo difícil no es aceptar esta verdad sino vivir todo lo que se refiere a Jesús y a nuestra fe cristiana desde ese pensamiento cuando se convierte en un sentir real y cotidiano. Nuestros antepasados tomaron a los símbolos como si fueran realmente existentes. Creo que nosotros los podemos tomar como plenamente significativos pero como afirmaciones, construidas desde unos patrones culturales ya desaparecidos, que hablan de lo que, propiamente no se puede hablar porque está más allá de las posibilidades de la estructura de nuestra lengua y es que su LOGOS resulta indecible, que puede expresarse tan sólo mítica y simbólicamente en unas categorías culturales que caducan cuando caduca esa cultura, es un mensaje de espíritu sobre el que sólo se puede apoyar el espíritu. El espíritu puede adoptar formas, pero como si no las adoptara; pasa por las formas como la brisa sobre la superficie de los lagos tranquilos. El espíritu usa formas pero no se liga a ellas; el espíritu adquiere formas sólo para insinuar la intuición del Sin Forma; para ello debe tomarlas como si no las tomara y debe abandonarlas como si jamás las hubiese tocado.

Sobre esa calidad, tenue como el viento y sólida como una roca, debe apoyarse, en las nuevas circunstancias culturales, la plegaria individual y colectiva, los rituales y las organizaciones religiosas. Plegarias, rituales y organizaciones tendrán que ser espíritu, fluido y libre como el aire. La plegaria a Dios tendrá que vivirse y expresarse como si no hubiera ni plegaria ni Dios; el ritual debe ser tal que impida la cosificación de Dios y conduzca a la No Dualidad; las organizaciones religiosas tendrán que estar tan apoyadas en la calidad y la comunicación que resultarán estructuras tan leves que serán como si no fueran.
- - - - - - -

PARTICIPACIÓN DE GUSTAVO GÓMEZ

El mundo de los signos
Los sacramentos como rituales

Reflexiones personales de Gustavo Gómez


Como inicio de nueva cuenta quisiera resaltar que las presentes reflexiones se realizan una vez comentadas, analizadas y discutidas en forma verbal ante mis compañeros en la sesión del día 23 de febrero de 2010, y por tanto han sido enriquecidas con sus valiosos comentarios y participaciones, mismos que también se incluyen a lo largo de los siguientes párrafos.

Para iniciar señalaré que para mí los sacramentos no han sido de ninguna manera algo que a lo largo de mi vida me den o me quiten algo respecto a mi Fe. Si recuerdo que cuando hice mi primera comunión, fue motivo de fiesta, alegría, fui centro de atención, recibí regalos, etc.; sin embargo no recuerdo que el sacramento en sí mismo me hubiera acercado más a EL, o que yo percibiera que la bendición de Dios a través del sacramento me haya diferenciado de los demás muchachos de mi edad.

En este momento lo que percibo es aquello que con anterioridad he comentado y es que la Iglesia ha hecho un uso y abuso de los sacramentos y en algunos casos, se presentan grandes contradicciones y repito lo que escribí en el Capitulo 10.

No obstante que uno de los sacramentos de la Iglesia es el matrimonio, y por tanto está consagrado por DIOS, tiempo después y una vez consumada la vida marital, viene felizmente el nacimiento de un bebé, por lo que poco tiempo después lo llevamos a bautizar, y lo primero que nos dice el cura es que le vamos a quitar el pecado original.

Quién los entiende, primero te dan los sacramentos desde el bautizo, primera comunión, confirmación y matrimonio, y por tanto ya puedes tener vida marital y realizar la procreación con la bendición de DIOS. Pero resulta que vives en el pecado, porque el producto del amor de la pareja debe de lavarse en el bautismo y retirarle el pecado original. ¡Qué absurdo!

Y el asunto no para ahí, resulta que los sacramentos tienen vigencia, ya que primero viene el bautismo y si después de cierto tiempo no llega la primera comunión, entonces vives en el pecado. Después, haces la primera comunión pero si después de cierto tiempo no haces la confirmación, regresas al pecado. Luego, llega el tiempo de amar a una pareja y la desposas, pero si no es por la iglesia, ambos viven en el pecado, aunque toda tu vida hayas recibido los anteriores sacramentos.

Posteriormente viene la confesión y la unción de los enfermos y hasta el final de tus días, y jamás en toda tu vida te dejan de repetir que, o los recibes, o eres un pecador y te irás al infierno.

Entonces termina la persecución de la Iglesia haciéndote infeliz y te envía por la vía rápida al Infierno. ¿Qué barbaridad, ni los mejores cazadores son tan persistentes como la Iglesia con sus sacramentos?

El punto central del asunto es: Si DIOS es AMOR, entonces que tienen que ver los sacramentos con ello. La respuesta es: NADA

Si los sacramentos no me entregan nada a favor de mi felicidad, ya que están diseñados dentro del axioma heterónomo y adicionalmente me hacen infeliz, ya que no puedo decidir entre tomarlos o no, lo mejor para mí en este momento es que estos los retiremos tal y como están diseñados y para el nuevo axioma teónomo, tendremos que debatir en los siguientes capítulos la viabilidad de ellos y en que aspectos de la vida.

Otro punto que me anima es ratificar que todos en esta vida somos seres en proceso, unos mas avanzados y otros menos, y que nuestra historia personal permanece en nuestras vidas mas allá de lo que suponemos, aún cuando nuestra conciencia se haya nutrido largos años.

Yo pienso que el autor nos lleva la delantera en el proceso del cambio de axioma, ya que el realiza esta excelente propuesta, la detalla, y la propone al mundo entero; sin embargo todavía se encuentran rasgos de heteronomía en la forma en que se expresa, tal y como lo señala en la primera pagina del artículo 13 que nos ocupa, que señala que “hacer de los sacramentos la suma de la fe, es un error infernal.” Uno de los principios básico del axioma teónomo es la no existencia de la dualidad cielo-infierno, o el mundo de los humanos y el de arriba o celestial. En este punto recuerdo con mucha precisión las primeras enseñanzas del desarrollo humano y que dicen que somos seres en proceso o como a mi me lo expresaron, “vamos siendo”. Ni modo, a Lenaers en esa frase le gano su historia personal.

En el ámbito personal, quisiera señalar que cuando entré a este Taller, una y otra vez me he cuestionado como lograr una “comunicación efectiva” con mi YO profundo o bien con EL, de acuerdo a la perspectiva de la teonomía.

Lenaers me dio una gran pista en este Capítulo, ya que señala lo siguiente con respecto a las relaciones humanas:

“Las cartas de amor no solo dan a conocer el amor que existe, sino que lo fomentan, lo fortalece y lo aumentan. Un abrazo une. Una sonrisa amigable allana el camino del acercamiento. Colocarse un anillo en el dedo es algo que conmueve muy profundamente a la pareja y une sus corazones. El alegre apretón de manos cuando uno se encuentra inesperadamente con un amigo no sólo hace visible la amistad, sino que la fortalece en la misma medida”.

Si este mismo párrafo lo aplicamos para entrar en contacto con EL; y; vamos a su encuentro buscando al amigo y le damos un fuerte apretón de manos o un cálido abrazo; o bien le escribimos haciéndole notar nuestro amor con el mismo fervor que a la persona amada; o sí pensamos con EL y le contamos nuestras vidas con todo lo bueno y lo malo que nos pasa, como al mejor amigo/amiga; o nos vamos de viaje y nos hacemos acompañar únicamente con EL, para poder disfrutar de todo aquello que el mismo nos ha entregado; o sí ...

Finalmente quiero señalar que la capacidad de asombro ha vuelto a renacer en mí, el día de ayer en forma por demás inexplicable (para mí) y mientras comentaba el Artículo ante mis compañeros, recordé mis tiempos de juventud y noviazgo con Lupita y lo relacioné con el párrafo de Lenaers arriba mencionado y tratando de resaltar el mensaje en el contenido, me quede atrapado en mis recuerdos y solo acerté a relacionarlo con aquella feliz etapa de mi vida, generando en mí, una vía de escape de sentimientos guardados por años.

Reconozco que me desconcerté, sin embargo al día de hoy me siento bien y agradecido con mi compañeros de comunidad por tan excelente arrope y acompañamiento. GRACIAS

domingo, 21 de febrero de 2010

APORTACIÒN DE ANA LAURA JIMÉNEZ CODINACH

Dice Leaners que los sacramentos se constituyeron como reacción contra la Reforma, y es que la Iglesia Reformada consideraba que la prueba de identidad era la aceptación de la Palabra de Dios contenida en las Escrituras y la Iglesia Romana consideró que la prueba de identidad y de pertenencia visible a ella eran los sacramentos. Sin embargo, el fundamento de la fe cristiana no son los sacramentos sino la „Palabra de Dios. Más bien, los sacramentos adquieren su dignidad precisamente a partir de la Palabra de Dios. Ningún sacramento se efectúa sin la Palabra. Los sacramentos se distinguen del anuncio del mensaje cristiano, que se debe hacer a todos, particularmente por una cosa: ellos se administran sólo dentro de la comunidad de los que ya creen, ya que son los signos de la Palabra de Dios ya acogida.

Por otra parte, l os sacramentos son determinadas acciones simbólicas que recalcan, subrayan, destacan y anuncian una vez más una realidad que existe desde toda la eternidad, es decir, una REALIDAD QUE EXISTE INDEPENDIENTEMENTE DE QUE EXISTAN LOS SACRAMENTOS. Los sacramentos como símbolos, anuncian la realidad pero no la sustituyen. Para comprender los sacramentos hay una observación muy importante: los sacramentos quieren destacar, anunciar, hacer presente a nuestra conciencia, una gracia, un regalo, que no se origina en ellos, que no depende de nuestras acciones, esa gracia o regalo es el AMOR INCONDICIONAL QUE DIOS NOS TIENE Y QUE ES EL FONDO QUE SOSTIENE TODA LA REALIDAD, ES LA VIDA DIVINA QUE NOS HA COMUNICADO GRATUITAMENTE A TODO HOMBRE Y QUE POR LO TANTO NO TENEMOS QUE HACER NADA PARA GANARLA NI TAMPOCO PODEMOS HACER NADA PARA PERDERLA. Este regalo no se nos da por tanto por los sacramentos, y obviamente no tiene que ver la exactitud de los ritos, no nos hacemos Hijos de Dios por el Bautismo, no estamos más cerca de Dios al comulgar, no somos templos del Espíritu Santo por la Confirmación, etc., pero lo que sí hace el símbolo, como cualquier otro símbolo, y como muchos otros símbolos, es decir, lo que sí hace el sacramento, es que al hacernos presente a la conciencia esa realidad inefable e inconcebible, estimula o más bien yo estimulo mi creatividad interna a fin de que mi amor y compromiso apasionado con ese Dios que es el sostén de mi realidad, suba desde mi interior y se haga visible, transfigurando así mi vida y enriqueciéndola. Por lo tanto sí estoy de acuerdo con Lenaers en el sentido de que la perspectiva teonómica de los sacramentos se centra en que su eficacia es el resultado de la creatividad interna de los signos por lo que podemos decir que los sacramentos realizan algo, son creadores. El sacramento permite o más bien facilita así el ENCUENTRO CONCIENTE de la persona al hacerse presente a la conciencia el gran regalo, el que somos habitados y llevamos dentro la vida divina, y por lo tanto nos facilita el poder experimentar cómo es de real e insobrepasable la unión con Dios y con su Hijo Jesucristo durante todo el día y todos los días.

Si no tuviéramos los sacramentos, correríamos el peligro de no comprender en su completa realidad la unión que existe siempre con Dios. Muchos creen que lo específico de los sacramentos es que la gracia es más abundante y real en ellos que en la mera existencia del hombre. Sin embargo, los sacramentos no nos dan la gracia ni la aumentan, pero sì nos ayudan a concientizarnos de esa realidad que es difícil que nuestra conciencia la capte; la realidad insobrepasable en la que Dios mismo se nos da totalmente. Los sacramentos quieren “destacar” una vez más esa realidad y así remiten más allá de sí mismos, sólo así se comprenden los sacramentos en su verdadera dignidad:

Tal vez podríamos comparar los sacramentos con la celebración de la fiesta que los padres
preparan para el cumpleaños de sus hijos. Los regalos y los detalles no significan que los padres
aman al niño más en el día de su cumpleaños que durante el resto del año. Más bien, lo que se
quiere expresar es cómo los padres aman siempre a su hijo. Pero sería necio decir que entonces
se puede renunciar a celebrar el día del cumpleaños. Algo parecido pasa con los sacramentos: ponen de manifiesto cuán íntima es nuestra unión con nuestro Padre y con su Hijo Jesús, no sólo en ese instante sino siempre y a cada momento.

APORTACIÓN DE LOURDES ADÁN

Comentarios al capítulo XIII de Roger Lenaers (II)

El mundo de los signos

Con gran ironía Lenaers nos quiere hacer ver, y creo que ya muchos de nosotros lo habíamos visto también, que la concepción de la jerarquía y, en general del pueblo cristiano acerca de los sacramentos de la fe, es una visión más mágica que otra cosa. La vida del cristiano y el trabajo de la jerarquía, se reducen tristemente, para unos, sólo a recibir los sacramentos y para otros, a ser administradores de ellos. Desgraciadamente, en la praxis, ir a la Iglesia o asistir a Misa viene a ser el concepto pobre y estrecho con el que mucha gente identifica su ser cristiano. El ritualismo sin sentido, no compromete a nadie existencialmente, y esto creo que lo hemos constatado y lo constatamos continuamente con nuestra propia experiencia dentro de nuestra vida eclesial.

Concuerdo con Lenaers en que la formación católica tradicional ha tendido a sobrevalorar los sacramentos, y ponerlos por encima de la vida de oración personal y el compromiso por los demás. Es mucho más fácil ser un miembro de la comunidad católica porque participo en sus sacramentos, que ser un verdadero discípulo de Jesús en términos existenciales, esto es, en términos de solidaridad y fraternidad con los otros; es mucho más sencillo recibir un sacramento que me dará de modo invisible una gracia “extra” de Dios, que comprometerme con la construcción de su Reino, con la construcción de un mundo mejor.

El pensamiento herónomo piensa que la acción y las palabras dichas por un sacerdote en cualquier sacramento, tienen el poder, casi mágico, de abrir el cielo para que venga sobre aquél que recibe el sacramento, un río de gracia divina que lo transformará. Con mucha ironía, expresa Lenaers absolutamente convencido: “Se trata de una pequeña inversión de tiempo y esfuerzo que promete un dividendo mil veces superior”.

No sólo los siete sacramentos nos ponen en contacto con Dios, “El cristianismo se comprende a sí mismo, dice Boff en su libro Los sacramentos de la vida en primer lugar no como sistema arquitectónico de verdades salvíficas sino como la comunicación de la Vida divina dentro del mundo”... “El mundo, las cosas y los hombres son penetrados por la savia generosa de Dios”. Por esta razón toda la creación es portadora de Dios; por eso todo puede ser sacramental para aquella persona que sabe leer el mensaje de Dios inscrito dentro de su creación. Todo nos revela a Dios y por ello, hay muchos otros medios o caminos, como dice también Lenaers, de encontrarnos con el amor gratuito e inabarcable de Dios. El encuentro divino no se limita, por tanto, a los siete sacramentos instaurados por la Iglesia. ¿Pero... qué sería de la Jerarquía, digo yo, si nos diéramos cuenta de ello y todo, absolutamente todo, fuera para nosotros realmente un encuentro vivo y amoroso con nuestro Padre Dios?

Y, lo más importante, como dicen Lenaers y Boff, un signo es creativo tanto humana como divinamente, en la medida claro, de su veracidad; es decir de la autenticidad con que la persona exprese su amor. De la autenticidad del gesto, dependerá el crecimiento, el ensanchamiento de ese amor. Más allá de palabras concretas, más allá de ritos precisos, casi mágicos, la entrega del hombre a Dios en confianza y en verdad crea, aumenta y enriquece, cada vez que se realiza, un encuentro de amor, una verdadera comunión entre la persona y Dios.

Y cómo no creer esto, si lo experimentamos; cómo no sentir que tras el abrazo sincero otorgado a una amiga, esa amistad crece ahí mismo; el cariño aumenta, la confianza se expande, la cercanía es mayor. Los besos amorosos y los cantos que procuro a mi Santiago hacen que él y yo nos acerquemos cada día más profundamente, sus ojitos me penetran y él me transparenta el amor y la presencia de Dios y su generosidad inabarcable.

Somos capaces de crear signos, somos capaces de dar significado a las pequeñas cosas. De ahí las flores, las sonrisas, los poemas, los chocolates y los anillos de compromiso. Expresamos nuestro interior amoroso con signos concretos que realizan por sí mismos, cuando son verdaderos, una transformación interior y un ensanchamiento del espíritu.

Entonces, pienso que podemos crear signos y símbolos nuevos para nuestra vida de fe; signos, que nos hablen hoy, de ese amor inagotable de Dios que Jesús nos reveló con su propia experiencia de comunión con el Padre, por esa razón, Jesús es el sacramento fontal; de Él nos viene la revelación inexpresable de que somos hijos de un Padre que nos ama incondicionalmente y de que podemos, como Jesús, experimentarnos en verdadera comunión con el Misterio insondable de su Amor, Amor que nos sobrepasa y nos transforma y que queremos expresar, y necesitamos expresar en comunidad, pues el amor compartido es siempre más amor. Urge crear signos y sacramentos con sentido, o resignificar nuestros sacramentos para que, por su propia pedagogía, se nos abra la puerta de acceso a la experiencia de Amor que provocará, si lo hacemos con autenticidad, ese cambio interior, ese crecimiento humano, que nos irá haciendo día a día más divinos.


María de Lourdes Acevedo Muñoz

Febrero de 2010

sábado, 20 de febrero de 2010

Reflexiones Capítulo 13

Envío mis relfexiones al capítulo 13 escritas antes de nuestra sesión de ayer. A la luz de lo que empezamos a comentar ayer, haré las reflexiones del siguiente capítulo.

OTRO CRISTIANISMO ES POSIBLE – LENAERS
CAPÍTULO 13
Los Sacramentos nos dice Lenaers, son signos rituales de un “encuentro con la profundidad divina que nos atrae hacia ella” son “signos cargados con fuerza expresiva y creativa” que hacen visible este encuentro y unión con lo divino. Los rituales y ceremonias creados en etapas de la humanidad en las que parecía haber una capacidad de conciencia más amplia y sensible, tenían esta función y propósito, tanto en nuestra religión como en muchas otras.
Las personas, como seres que nos revelamos en esta realidad espacio temporal, al manifestar nuestra naturaleza hacemos uso de las herramientas materiales y espirituales que nos conforman y es así que estos ritos son creados al cargar de espiritualidad símbolos y acciones espacio-temporales.
De esta forma fueron tomando forma Los Sacramentos, pero estos, como en cualquier práctica o manifestación religiosa no pueden concebirse ni ejercerse de manera independiente a la comprensión de lo Divino y lo Humano. Así es que en el proceso de deterioro que han venido teniendo en nuestra religión católica los vínculos con el amor divino, igualmente los Sacramentos así como muchos otros ritos en nuestra religión, han adquirido hoy en día un rol escenográfico y decorativo en la vida de las personas, que refleja la cultura que hemos construido particularmente en el mundo occidental, marcados por la orientación civilizadora de la humanidad en torno a los avances tecnológicos e industriales en búsqueda de la eficiencia en el bienestar y el estatus personal.
¿Será que hemos ido perdiendo como especie humana la capacidad de consciencia que se tuvo en una era de la humanidad en la que diferentes culturas fueron capaces de dar cabida a la comunicación con aquello que nos trasciende?
Por otro lado, no podemos ni debemos tampoco despreciar todo aquello que el pensamiento y la civilización occidental ha traído consigo. Si estamos de acuerdo en la maravillosa premisa que Lenaers propone en el capítulo anterior diciendo que “somos una chispa de la forma como Dios se expresa a sí mismo” entonces tendremos que asumir las implicaciones que de esto se desprende: si somos expresión de Dios, toda creación humana debe ser consecuencia de este impulso creador de Dios. Somos co-creadores con Dios, la creación humana es la materialización y la manifestación de la energía amorosa de Dios. ¿Será ésta otra forma de dar cabida a la comunicación con aquello que nos trasciende?
Podemos proponer, que tanto la sabiduría espiritual y sensible de las antiguas civilizaciones y de las culturas orientales así como el acto creador en el desarrollo tecnológico, científico e industrial de occidente son diferentes y complementarias expresiones de la vasta sabiduría Divina.
De alguna manera podríamos inclusive proponer que todo acto creador y toda acción humana que surge y se orienta a la sabiduría, bondad y la belleza - ya sea a través de la creación de cuerpos espirituales enmarcados por los rituales de las diferentes religiones, o bien a través de las artes, la música, y manifestaciones culturales, así como también a través de los cuerpos científicos y tecnológicos desarrollados por la cultura occidentales- son o debieran ser en un amplio sentido actos “sacramentales”.
Etimologicamente la palabra sacramento en su traducción del griego al latín significa 'instrumento para hacer santo'.
Así, todo nuestro ser, todas nuestras acciones, nuestro creaciones, y nuestro actuar en cualquier orden, deberían ser instrumentos para hacernos santos, es decir instrumentos para expresar al amor de Dios a través de nuestra existencia, para volcar a la realidad humana lo más sublime de nosotros mismos que no es sino la forma que Dios toma a través de nosotros. Nuestras acciones, nuestro trabajo, nuestras creaciones deberían ser sacramentos.
Una imagen que me sirve como metáfora para entender la esencia humana es la de una escala, gama o espectro de luz o de color que va de lo más luminoso a lo más obscuro o de los blanco a lo negro. En lo particular no concibo la sustancia humana como un vínculo profundo de la materia y el espíritu, a mi entender la materia y el espíritu son lo mismo, son la misma realidad pero manifestada en diferentes puntos de la escala, es decir una realidad que transita y se manifiesta en las diferentes dimensiones (o puntos de la escala) que la componen.
Como lo concibo, es que el ser humano es una manifestación del ser, en el centro de la escala, que se muestra a sí mismo en la dimensión espiritual y la dimensión material simultáneamente con igual carga, y por lo tanto accede a lo material y a lo espiritual y es capaz de traducir lo espiritual a lo material en sus creaciones orientadas al bien y la belleza y es capaz también de traducir lo material a lo espiritual construyendo bondad y belleza.
Es por esto que si queremos caminar hacia la expansión de nuestra consciencia y el crecimiento de nuestro ser, toda nuestra vida, todos nuestros actos deberían ser una manifestación del encuentro con la profundidad divina, en nuestra vida cotidiana debemos hacer visible este encuentro con lo divino. Probablemente todas hemos conocido personas católicas y no católicas que sus vidas son sacramentales, cuyos actos y palabras y forma de vida son continua revelación de esta profundidad divina, en su actuar día con día, por la capacidad de vínculo que tienen con lo trascendente. Este ha sido tal vez el mensaje fundamental de los iluminados de todas las religiones, que como seres humanos debemos invadir nuestra realidad material con la espiritual para hacer de nuestra existencia no una realidad escindida sino un camino pleno de encuentro con el amor que abarca también nuestra realidad material.
De igual forma y simultáneamente al trabajo personal sobre los actos sacramentales en los que deberíamos crecer cotidianamente, debemos también re dimensionar los Sacramentos especiales como actos rituales propuestos dentro de la comunidad católica, así como algunas celebraciones. La celebración de los Sacramentos, ha generado varias actitudes dentro de la comunidad católica: por un lado, un grupo de gente se relaciona con ellos con una adherencia literal y de tipo bancario, en dónde lo importante es la práctica del ritual externo con el fin de “abonar a la cuenta personal” méritos para el acceso al Paraíso. Por otro lado, otro grupo de gente elige vivir aquellos que les confieren un estatus social como actos escenográficos que decoran la vida personal a los ojos de otros. Un grupo más de personas huyendo del yugo de la religión católica en la que fueron formados, los rechazan por considerarlos actos vacíos y sin significado real alguno, prefiriendo no adherirse a ningún tipo de rito comunitario ni religioso.
Por esto, es urgente el re-dimensionar los Sacramentos y las celebraciones católicas en el contexto de la teonomía, comprendiendo de fondo que, las celebraciones y los ritos son en sí el lenguaje con el que el hombre y lo Divino se comunican y se funden uno con otro. Es la manera de hacer visible nuestra unión con Dios. Son actos de comunión de la experiencia sensorial con la experiencia espiritual. Por esto los Sacramentos deben ser vividos en su significado profundo desvinculándolos del estatus social y decorativo aunque no por esto debemos condenar sino al contrario cultivar el carácter de celebración y alegría festiva que implica el estar juntos, el estar con otros en este vínculo y esta presencia en lo Divino.
El carácter comunitario que tienen diversos Sacramentos en nuestra religión potencia la posibilidad de nutrir nuestro ser para desarrollar esta amplia conciencia que invada nuestra vida cotidiana. Los Sacramentos, en este sentido, son símbolos que nos reúnen, que nos debieran comunicar íntimamente a unos con otros en la alegría plena con la unidad que nos trasciende, y volcar así esta unidad a nuestro día con día. Deberíamos entonces, vivirlos como eventos plenamente humanos en los que nos vertimos al encuentro de todos en unión con lo divino.

viernes, 19 de febrero de 2010

APORTACIÓN DE HUGO NAVA

Lamentación

¡Oh! ¡Dios mío!
He sido circuncidado;
Viajé a la montaña sagrada;
Participe en el rito de iniciación a la vida adulta;
Tributé al templo y a los sacerdotes;
Ofrecí banquetes al pueblo;
Aprendí oraciones y liturgias;
Vestí la túnica ceremonial;
Celebré a la Luna y al Sol,
A los equinoccios y solsticios;
He honrado y venerado tus imágenes y
Aún así… te siento distante.

Combatí a los herejes;
Te construí sinagogas, mezquitas,
Pirámides, catedrales, basílicas;
Bautice a mis hijos, peregrine a tus santuarios;
Sacrifiqué a mi primogénito y…
Solamente a unos cuantos te les has revelado.

Mantuve la pureza de la sangre y de mi pueblo;
Te agradecí las cosechas;
Acepté la promesa del paraíso;
No comí animales impuros;
Advertí a los paganos de los sufrimientos de los infiernos;
Hice circuncidar a mis hijas;
¡Porqué!, ¡Porqué te niegas conmigo!

He aprendido tu catecismo;
Cumplí con la asistencia a misa dominical;
Observe la pascua, ayuné, me abstuve de contacto sexual;
Temí tu poder; fui obediente a tus dogmas;
Rechacé al extranjero; Lapidé a los infieles;
Qué soy, qué hago, cómo vivo sin ti.

Te he buscado por todas partes, ¡dónde estás!
Te buscado en los textos sagrados;
En los profetas de Israel: Isaías y Jeremías;
En los libros sapienciales y de sabiduría;
En el Corán, en el Tao, en la Torá y el Talmud;
Tengo reliquias, las más codiciadas por los anticuarios
y los traficantes de arte sacro;
Visité San Pedro, Lourdes, Fátima,
Guadalupe, Jerusalén, Medina, la Meca;
Oré en Éfeso, ante la última morada de María;
Conocí la cueva del Apocalipsis, en la isla de Patmos
Y ¡No te me revelaste!

Estuve siete noches con prostitutas sagradas;
Hice donaciones de oro y piedras preciosas;
Te busque en el amor de las mujeres del mundo;
En la embriaguez de los mejores vinos;
Prediqué tu palabra puerta por puerta;
Quemé incienso en tus altares;
La intervención de curas y de pastores, no fue suficiente;
Solicité la mediación de hombres santos, poetas,
Rabinos, arzobispos, videntes, magos y chamanes,
Me prometían un encuentro contigo y… ¡Oh! ¡Oh! ¡Nada!

Rechacé la teoría de la evolución;
Maldije a Darwin, a Lutero, a Marx, a Nietzsche;
Quemé los libros prohibidos,
Destruí las imágenes que de ti construyeron;
Porque presencie milagros, curaciones, éxtasis divinos;
Sé de tu existencia pero no te encuentro, ¡Dónde habitas Dios mío¡

Viajé a los hemisferios sur y norte,
A Medio Oriente, visité la antigua Babilonia,
La media luna fértil;La India, -me sumergí en el Ganges-,
China, -converse con monjes taoístas-;
Aprisa medité con iluminados en un templo budista, salí;
Angustiado por ver tu imagen preferí beber elíxires, pócimas,
Comí los hongos mágicos de María Sabina y el Híkuri Huichol,
El cactus sagrado me curó, me quitó el sueño, el hambre y la sed;
Pero no te vi…
¡No habitas en ningún sitio Dios y no hay modo de llegar a ti!

Insistí,
Me volví perfecto;
Te canté himnos, odas, elegías,
Te hice construir monumentos;
Guarde el sábado; el domingo;
No codicié la mujer de mi prójimo;
Me volví célibe;
Renuncié a las riquezas y a los lujos
E hice de la austeridad una virtud franciscana;
Me sometí a las leyes; Acumulé meritos, bendiciones…
Pero todo ha sido en vano
Y me he sentido como el peor de los hombres;
Nada funciona; demando la locura,
¡Éste es un salmo inútil!

Cuernavaca, Morelos, febrero del 2010.

Pude

Al fin pude mis queridas Tólogas virtuales. Bienvenidas a la modernidad