domingo, 14 de febrero de 2010
APORTACIÒN DE LOURDES ADÁN
Pan integral en vez de chocolatinas
¿Hay una vida después de la muerte?
Me parece que a medida que avanzamos en la reflexión del pensamiento de Lenaers, éste va resultando un estímulo para echar mano de otros teólogos y pensadores modernos en orden a profundizar más en cada aspecto importante de nuestra fe. Todo esto me da mucho gusto, pues la pluralidad de ideas enriquece mucho más mis propias reflexiones.
El capítulo XII de Lenaers: “ ¿Hay una vida después de la muerte?”, me ha dejado un poco a la deriva. Encuentro algunas contradicciones en Lenaers y pensar, como dice, que al final de la vida nos uniremos al Todo como gotas de agua que caen al mar, no lo puedo entender, no me queda claro y no me satisface, especialmente cuando el cristianismo es la religión del hombre, la que ha dado más importancia al valor y a la dignidad de cada ser humano. En fin, intentaré explicarme a lo largo de mi reflexión.
Es verdad que la tradición cristiana respecto a la vida después de esta vida tomó imágenes que venían del judaísmo y de la cultura grecorromana y que el pensamiento moderno trata de resignificarlas. Por otra parte, es cierto que toda cultura ha tenido un especial cuidado con sus muertos y ha pensado en que, de alguna forma, habrá algo después de la muerte. Esto es muy significativo, pues nos habla de una intuición y un deseo que viene de lo profundo del ser humano: “Si hay sed, es porque habrá una fuente” dijo algún filósofo. También es verdad, como dice Lenaers y tantos teólogos que la intuición y confianza fundamental de la comunidad cristiana, en un Dios de Amor y de Vida, que nos reveló Jesús, nos dice que
que todo está hecho para algo mejor, precisamente porque decir Dios es decir vida eterna
A partir de estas reflexiones, quisiera iniciar la mía. En primer lugar la doctrina de los novísimos la descarté desde hace tiempo, cuando entró en mi reflexión y en mi experiencia vital la realidad de ese Dios Amor que me ama, nos ama, incondicionalmente. Es interesante caer en la cuenta de que el hombre imaginó lugares de castigo porque no se resigna a que el mal y la injusticia tengan la última palabra. Lo contrario vale para una recompensa eterna en el cielo; el cielo, ya lo entendemos, no es un lugar, sino el hacerse uno con Dios en plenitud. No hay, por tanto, cabida en el pensamiento teónomo ni para el infierno, ni para el purgartorio, ni para el cielo. Cabe sí, hablar de una vida, no sabemos cómo, pero la confianza en ese Dios Bueno y su fidelidad hacia el ser humano me hablan de que habrá algo mucho mejor en la vida futura.
Llevamos en nuestro interior la impronta del ser de Dios, y esta impronta participa de su eternidad. Muy bien dicho por Lenaers. Lo que ya no me resulta tan coherente y lógico, es hablar de la otra vida en términos de pérdida de la consciencia y de la individualidad. ¿Cómo podrá ser esa vida paz, consuelo y plenitud para el hombre, si no hay consciencia, me pregunto yo? Nos uniremos al Amor, amando, pero ¿cómo amar sin consciencia y sin relación? No lo entiendo.
Me rehuso a creer que Dios haya creado esta maravilla de vida, esta evolución tan sorprendente y admirable, que va siempre de lo simple a lo complejo y hacia una cima cada vez mayor y mejor; que ha dado lugar a la inteligencia racional consciente y libre, para que vaya a terminar fundida, sin consciencia, en el Todo y se pierda la riqueza maravillosa y valiosísima de cada persona. Nos dice Herrero del Pozo: “Es razonable apostar por la permanencia del ser humano más allá de la muerte” y “Parece haber mejores razones y mayor sentido y coherencia en la superviviencia de la persona que en su desaparición total”. “Lo espiritual anida germinalmente en la realidad de todo ser y fecunda su despliegue” es cierto que lo orgánico termina, no se trata de volver a la vida física, más bien se entenderá la muerte como una metamorfosis enigmática de lo orgánico en lo espiritual. En otra idea dice Herrero del Pozo: “Es razonable y saludable apostar por la flecha ascendente del sereno afinamiento del espíritu, cuya trayectoria no se va interrumpir absurdamente” Y, ¿no es absurdo que una vez que ha existido la consciencia personal, ésta se pierda sin remedio? Me parece ilógico si, como dice la Psiología transpersonal, venimos de la unión con el Todo y volveremos a la unión con el Todo después de la muerte ¿qué sentido tiene esta vida dividida? ¿Por qué Dios nos puso en este mundo dual y con una consciencia egoica, donde hacemos esfuerzos en orden a expandir nuestra consciencia personal, para luego perder toda consciencia. Me parece absurdo e ilógico,
Cierto que lo orgánico no subsistirá, y pensar en una vida bioquímica después de la muerte es impensable; pero justamente, lo que posibilita esa vida y está en el centro y en el todo de nuestra persona es lo que Vito Mancuso llama el “alma” o “Alma espiritual” que informa todo el ser del hombre; es decir, da forma y posibilita todo lo que conlleva la vida humana. Cito a Mancuso: “No debe pensarse el alma como una sustancia separada del resto del cuerpo, sino como una configuración peculiar de la única energía que nos conforma”; todo es energía, desde aquella primera bolita que explotó hace 15,000´000 000 de años, esa energía originaria conformada por oxígeno, hidrógeno y helio ya contenía el misterio y la fuerza de ese Principio Ordenador que llamamos Dios y que, por vía de la evolución y en su culmen, ha dado origen a la inteligencia racional como lo había ya mencionado. Mirando lo más objetivamente posible la historia de la creación, que es también la historia de Dios, de su Reino, no puede Él retroceder en ella, sino continuar en su ascención, en el afinamiento del espíritu humano.
En fin, confieso que me rebasa todo pensamiento acerca de la otra vida, sin embargo, mi finitud y la muerte me ponen de cara a mi propia vida, a su sentido y razón. Lo importante para mí aquí, hoy, es entender y vivir que Jesús me reveló el sentido profundo de esta vida y de este mundo; este mundo como Reino de Dios, como “otro mundo posible” un mundo más humano, inclusivo, compasivo en el que me invita a ser para los demás, a vivir muriendo a mi propio egoismo y a mis miedos para ser capaz de salir al otro y dar mi vida gota a gota en el servicio del ser humano; es lo que he tratado de hacer y seguiré tratando. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” nos dijo Jesús y esa vida en abundancia empieza aquí, en tanto luche yo por un mundo mejor. “El que quiera ganar su vida la perderá, el que la pierda la ganará”, y no se trata de despreciar esta vida por ganar otra mejor, sino hacer de esta vida una vida plena en Dios cuandovamos muriendo a nuestro ego y a nosotros mismos y salimos al encuentro del OTRO. Eso es lo que me ha dado mi fe, eso es lo que me ha enseñado a Jesús y eso es lo que trato de experimentar en mi propia vida cada día. Y a la hora de la muerte, para mí son y serán luz, calor y esperanza las palabras de Jesús. “Yo conozco a mis ovejas y las llamo a cada una por su nombre”, palabras llenas de sentido y que me revelan que algo habrá aún en la otra vida de relación personal con ese ser que me ama, al que llamo Abbá y que estoy segura me recibirá en su seno por siempre.
María de Lourdes Acevedo
Enero de 2010
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