domingo, 14 de febrero de 2010

PARTICIPACIÓN DE LOURDES ADÁN

¿Chocolatinas o pan integral?
¿Hay una vida después de la muerte?
Comentarios, 2a. parte

Prosigo mis reflexiones acerca de la otra vida. He leído una vez más el capítulo XII en el cual sigo encontrando varias contradicciones y leí en su totalidad el libro de Vito Mancusso El alma y su destino, además de otros artículos de teólogos que se preguntan lo mismo que nosotras.

Por pirmera vez en mi vida siento que estoy haciendo teología, pues es mi propio esfuerzo de síntesis el que quiero transmitirles; por supuesto que me subo a los hombros de tantos hombres sabios para ver mejor el horizonte, pues sus ideas y experiencias me enriquecen y me orientan. Sin ellos no sería posible mi propia reflexión.

En el libro de V. Mancusso encontré a un filósofo y un teólogo laico, que ha trabajado con una penetración y un rigor intelectual excepcionales el tema que más nos interesa como humanos: el tema sobre la vida humana, su origen, su sentido y su destino. Su lectura me ha hecho llorar en ocasiones y me ha conmovido, pero sobre todo me ha dado mucha luz acerca del tema que estamos reflexionando con Lenaers en relación a otra vida después de la muerte.

Concuerdo con Lenaers cuando dice que “la cultura occidental moderna representa una verdadera mutación en la evolución humana” y como nos dijo Corbi: “no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época”; estamos ante un nuevo paradigma impuesto por los nuevos descubrimientos de la física y la cosmología. Antes se pensaba el cosmos partiendo del hombre, hoy se entiende más al hombre partiendo del cosmos. Los secretos de Dios están inmersos en los misterios del cosmos. Hoy entendemos que Dios es el Principio Ordenador (como lo llama Mancusso) de este universo, que a partir de la explosión de un primigenio y minúsculo corpúsculo gaseoso, ha dado y continúa dando, vida y autonomía al despliegue de energía-materia que ha ido generando una infinita diversidad de seres. Y, ante esta maravilla evolutiva mi espíritu se conmueve y se cuestiona. Sin duda el trabajo del teólogo nunca terminará, pues es verdad que las ciencias nos descubren verdades antes ignoradas, pero es también ciertísimo que detrás de una respuesta, más interrogantes surgen en cada investigación. El mundo no es un proyecto acabado, sino un proceso que se va construyendo a cada instante. Sin duda el misterio que rodea a toda la creación persistirá y ante él, debemos ser humildes y reconocer nuestra pequeñez. Sin embargo, buscar la verdad es lo más digno del ser humano y en eso estamos.

Si seguimos la lógica que la evolución ha tenido desde su inicio, Mancusso y yo vemos como muy posible la permanencia de la vida personal más allá de la muerte. Esta idea se me hace mucho más esperanzadora que el “extinguirnos definitivamente” como lo expone Lenaers.

Creer en una vida después de la muerte no se me presenta como una suerte de “chupete”, en términos de Lenaers, sino como una necesidad ontológica si se toma en cuenta la verdad intrínseca de la evolución hasta hoy. Me explico.

Que surgiera la vida orgánica dentro de este universo constituido todo él por energía-materia, era tan improbable, como si un tornado, llevando consigo un deshuesadero inmenso de chatarra, depositara en el suelo, al terminar su fuerza, un Boing 747 listo para surcar los cielo . Ante esta realidad maravillosa y admirable, lo único que nos queda es pensar que la Sabiduría de Dios está inmersa y dirigiendo, desde su inicio y continuamente, esta maravillosa obra creativa.

Vito Mancusso, quien sigue profundamente a Teilhard de Chardin y tiene una mente rigurosamente filosófica, dice: “Creo que es legítimo afirmar la vida después de la muerte gracias a cuatro discontinuidades que definen el camino realizado por el ser-energía a partir del momento en que se inicia su expansión:
- El paso de aquél diminuto puntito cósmico en el origen del Big bang, a la vastedad del ser;
- El paso de la materia inerte, a la vida;
- El paso de la vida natural, a la inteligencia;
- El paso de la inteligencia instrumental a la moral y a la espiritualidad...

No hay nada que explique estos pasos, que sin embargo se han dado . Ellos han ido siempre en el sentido de una mayor complejidad, contra el desorden de la entropía y a favor del orden como información.”

“El segundo principio de la termodinámica establece la tendencia a la degradación y al alejamiento del orden... En el mundo cotidiano triunfa la entropía y para combatirla es necesario invertir continuamente energía renovada y ordenada en forma de trabajo.”

Sin embargo, las cuatro discontinuidades mencionadas nos hablan de un camino que avanza, por el contrario, hacia un aumento de orden, de complejidad y de información (en el sentido de multiplicidad de formas).

Todo es energía, todo viene de la única energía generadora; la diferencia surge cuando se considera la configuración concreta con la que la energía se presenta como materia. El sentido del ser es la relación, el Principio Ordenador o Logos (relación o palabra), que dirige el universo va dando origen a miles de diversas relaciones entre los compuestos de la energía: ondas, moléculas, átomos, electrones, neutrones, protones y en los organismos vivos: ondas, moléculas, atomos, células, tejidos, etc. esto es el fundamento del ser. Materia muerta no existe, pues ella misma no es otra cosa que energía que surge del movimiento de sus elementos primordiales. No hay nada firme, nada estático, el secreto del ser es el movimiento a una velocidad que no podemos concebir, todo en el cosmos se mueve y trabaja. En el hombre sucede lo mismo.

Esa energía generadora del hombre, Mancusso la llama alma espiritual, y la identifica con la mente racional y libre, alma que no denota algo estático sino dinámico, y de la que sólo el ser humano goza; el alma hay que entenderlo así, viene de abajo, de esa primera explosión y del polvo de las estrellas, algo espiritual intangible e inmaterial como la luz, ha surgido de la materia-energía, gracias a la evolución. La evolución guiada por Dios ha dado lugar a la consciencia inteligente y libre, comprendemos el mundo y comprendiéndolo lo transformamos. Y este alcance de la evolución no se puede perder si seguimos la lógica presentada hasta ahora por ella. Ontológicamente, el ser humano está dirigido a la búsqueda del Bien, de la Verdad y de la Belleza; nuestra energía esencial, nuestra libertad, está impulsada hacia el orden, como en todo, pero en nosotros se manifiesta como búsqueda del Bien.

Cito a Mancusso: “Yo pienso que del yo, si sabe vencer sus mezquindades, pueden provenir las cosas más grandes y entre ellas, la más excelsa es el amor, el amor puro guiado por la luz del bien, posible sólo como acto de la persona que encuentra a otra persona”. Pienso que Lenaers se contradice al decir que al morir desaparece la consciencia personal y sin embargo se podrá amar ¿Cómo? ¿Cómo amar sin consciencia? Pienso que somos mucho más que bioquímica; Lenaers al mencionar que, en muriendo el cerebro, acaba la consciencia, pienso que se equivoca pues somos, sin duda, mucho más que bioquímica; somos, como dice Mancusso una energía ordenada y conformada como alma racional y libre que tiende, como todo en la creación a seguir evolucionando y, en el hombre hacia lo espiritual inmaterial.
Toda esta argumentación cosmológica tiene una lógica orientada no a la muerte, sino a la vida. Esta lógica ordenada es capaz de introducirnos en una nueva dimensión de vida, necesariamente discontinua respecto a la configuración actual de la vida ligada a la materia. Esta discontinuidad, que sería la quinta en la evolución, nos lleva a pensar, con fundamento, en una vida personal como puro espíritu, después de la muerte.

La muerte entonces, pienso yo, será un segundo nacimiento; será un paso más, una transformación, un nacimiento a la vida en plenitud. Todo ser humano está llamado a participar de esta vida en Dios. “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), es la lógica de la evolución.

Hoy comprendo que el tiempo está contenido en la eternidad, la creación está contenida en Dios. Aquí mismo conviven Kairós y Cronos, y esta consciencia me empuja a vivir con sentido esta vida, me invita a dar lo mejor de mí a todo ser humano y a todo en la creación, vivir ya aquí el cielo, es decir, la plenitud y de esa manera, empujar con mi pequeñez el paso de toda la humanidad y del cosmos entero hacia su plenitud cuando “Dios sea todo en todo”. Este es, pienso yo, el sentido fundamental de mi vida, de cada vida humana, ayudar al Creador a continuar la evolución hacia algo siempre mejor. Vivir a tope, “ser lo que somos”, seres divinos que venimos de Dios y hacia Él nos dirigimos cada día cuando encarnamos en nosotros mismos la sabiduría y la lógica de su magnifica creación.


Señor, dame la capacidad de buscar siempre el Bien como fruto de mi ser
y no como esfuerzo moral que busca recompensa, sea humana, sea divina. Ayúdame Señor, desde mi interior, donde te encuentras,
a vivir sin miedo, para aprender a morir sin miedo.
Ese es mi trabajo hoy, en esta vida maravillosa que he compartido contigo
y con tantas y tantas personas que me han reflejado y me reflejan
tu Amor
y tu Verdad.



María de Lourdes Acevedo.
Febrero 4 de 2010.

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